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Con motivo de la clausura de este Año Paulino, Benedicto XVI se hacia eco con palabras de aliento dirigidas a la humanidad, llenas de entusiasmo y confianza. ‘Hay que transformar nuestro pensamiento y conformarlo según una fe madura’
¿a que se refiere el Vicario de Cristo en la tierra con estas palabras?
Una ‘fe madura’ nada tiene que ver con una fe moderna o nueva. Una fe madura inmersa en una humanidad madura, éste es realmente el objetivo. ¿Cómo puede ser posible, sin si quiera confiar en nuestra propia humanidad?
La humanidad está en el pavo, parece que le cuesta salir de sus redes y permanece como impasiva en su estado adolescente.
Europa, una frágil e insegura ‘teenager’, que no se soporta ni así misma y que cede casi inocentemente ante sus estados de ‘bajón’. La inconsciente Europa se resiente, pierde energía, fuerza, se desespera; no encuentra salida en ese agobiante y oscuro cuarto donde permanece a solas consigo misma bajo la mirada dominante de su propia conciencia. Ese ‘gran hermano’ ese ‘YO’ que todo lo maneja, que se impone sin dejar opción a que la razón cumpla simple y llanamente su función: razonar.
¿Qué puede hacer Europa ante semejante situación?, ¿encerrarse en su bola de cristal y hacer oídos sordos llorando hechos pasados?. Europa tiene que encontrar una solución a sus problemas, tiene que mirar a todos, a los mas ricos y a lo mas pobres a los mayoritarios y a los minoritarios, a los incrédulos y a los creyentes y aprender a madurar.
Madurar no es fácil….
